El regionalismo inició
durante las primeras décadas del siglo XX. En términos generales de la
literatura, este género atenta a las peculiaridades autóctonas de un país o
región, en este caso América Latina.
En Hispanoamérica fue
fomentado por el nacionalismo, integrado por la independencia y el interés
romántico de la inspiración popular. Durante este género se observó la
repercusión de las pretensiones reflejadas de lo propio, lo concreto en lo que
es el “cuadro de costumbres”; y, entre sus numerosos cultivadores escritores hemos
podido disfrutar a los argentinos, como son Ricardo Guiraldes, Esteban Echeverría,
Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi (1810 al 1884) y Juan María Gutiérrez
(1809 al 1878); los peruanos, como Manuel Ascencio Segura (1805al 1871) y
Felipe Pardo y Aliaga (1806 al 1868); los cubanos José Victorino Betancourt
(1813 al 1875) y Cirilo Villaverde (1812 al 1894); los chilenos José Victorino
Lastarria (1917 al 1888) y Vicente Pérez Rosales (1807 al 1886); los mexicanos
Guillermo Prieto (1818 al 1897), José Tomas de Cuellar (1830 al 1894) y Vicente
Riva Palacio (1832 al 1896); los colombianos José María Vergara y Vergara (1831
al 1872) y José Caicedo Rojas (1816 al 1897), y el venezolano Fermín Toro (1806
al 1865). No obstante, entre todos ellos el destacado chileno José Joaquín
Vallejo, Jotabache (1811 al 1858), quien fue adscrito al movimiento literario
de 1842, y a quien se le relaciona con la incursión del romanticismo en su país.
Este género
literario, conocido también como costumbrismo, ha sido relacionado con el
inicio del desarrollo del cuento y el de otro género tan peculiar en la “tradición”
del peruano Ricardo Palma, en la que encontró varios imitadores. Sin tomar en
cuenta, artículos y relatos breves fueron abordados por estos mismos
escritores, en la que manifestaron la falta de conciencia clara de los límites
entre ambos géneros.
El costumbrismo o
regionalismo también fue evidenciado a través de varias destacadas novelas románticas
en el detallismo descriptivo y en el color local, como Manuela (1866) por el
colombiano Eugenio Díaz Castro y Clementina (1869) por el mexicano Ignacio
Manuel Altamirano.
Recordemos que los
escritores utilizaron este género en la literatura para expresar la necesidad
de conocer y valorar las culturas y subculturas, en el afán de integrar la
diversidad racial existente. Entre estos escritores también podemos mencionar a
José E. Rivera con la obra “La Voragine”, cuyas características resaltan la
protesta social y la caracterización psicológica. No podemos dejar de mencionar
al escritor Rómulo Gallegos con la novela de “Doña Bárbara” en el cual expresa
su sentir sobre el caudillismo y el latifundio. Por igual reconocemos al
escritor Ricardo Guiraldes con su obra “Don Segundo Sombra” en la que habla
sobre la tierra natal, del hombre y la naturaleza.
Está claro que para entender
este género, es necesario comprender ampliamente el periodo de la primera
guerra mundial y la segunda guerra mundial; pues, es en esta mismas fechas que
se dió la crisis económica (1929), en la que Latinoamérica fue intervenida por
Estados Unidos de América y como era el sentir del pueblo ante las diversas revoluciones
en Latinoamérica.
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